PASTOR
MIGUEL ROSELL
Este libro NO va dirigido a creyentes
meramente nominales, sino que va dirigido exclusivamente a todos aquellos que
saben que son salvos, porque han creído conforme a salvación, y
consecuentemente el Espíritu les da testimonio a su espíritu de que son hijos
de Dios (Ro. 8: 16).
Por ello no pretendo ni busco el hacer
una apologética de lo imposible, cual es, tratar el justificar a todos aquellos
pecadores impenitentes que, amparándose en una mera y conveniente creencia,
pretenden ser lo que nunca han sido: salvos. ¡Jamás ha estado esto en mi mente!
Los que dicen que se han convertido y
son tan corrompidos como antes de convertirse, no dicen la verdad. Si se han
convertido ¿a qué se han convertido? Si se han convertido a Cristo, o más bien,
Cristo les ha convertido, entonces es imposible que vivan conforme a su vida
anterior. Por eso insistimos en que cuando hablamos de salvación, implícita en
ella está la santidad de Dios en el salvo, de otra manera todo es un simple
espejismo. Nadie se engañe, lo que el hombre sembrare, eso recogerá (Gl. 6: 8)
Nadie me podrá acusar
aquí de estar defendiendo a los carnales, atribuyéndoles el mensaje de “salvos,
siempre salvos” cuando jamás han sido “salvos”. Los que opinan que no importa
lo mucho que los cristianos pequen después de convertidos, que jamás van a
perder la salvación, se equivocan por principio. Eso la Biblia no lo enseña. La
Escritura asegura que el que ha nacido de Dios no puede practicar pecado (1 Jn.
3: 9), por lo tanto es una terrible mentira asegurar lo contrario. Dicho de
otro modo, el que peca como sistema de vida, aunque tenga mucho conocimiento de
Dios en su mente, jamás nació de Dios; no es salvo.
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